En Español

Escuche por primera vez el evangelio en mi país natal. Me encontraba en busca de un apartamento para vivir con mi familia, y mientras buscaba un lugar para vivir visité varios apartamentos hasta que llegué a un complejo donde algunas personas realizaban un grupo pequeño en casa. La dueña del complejo me dijo que tenía un apartamento disponible y que de paso si decidía quedarme a vivir allí, podría acompañarlos en la reuniones de grupo pequeño.

Esa invitación no me gustó debido a que yo era una persona de trasfondo católico y no quería traicionar mi religión. Un mes más tarde regresé y me extendieron una invitación para asistir al grupo pequeño. Al fin decidí rentar ese apartamento pero no tenía planes de acompañarlos en sus reuniones.

Durante esos días cuando viviendo en ese lugar, me sobrevino una enfermedad un poco extraña. Los doctores hicieron algunos exámenes pero nadie podría detectar que clase de enfermedad era. Básicamente no tenía ganas de comer, no podía probar nada porque mi cuerpo lo rechazaba, me encontraba débil y con una profunda tristeza, sentía que la vida no tenía sentido.

Debido a que no consumía alimentos mi cuerpo comenzó a sentirse muy débil. Hasta el punto de sentir mareos y dificultad para caminar. Un día llegando al apartamento, la propietaria me preguntó si yo podía hablar con ella unos minutos. Me dijo que me hablaría de un mensaje muy importante que se encontraba en la Biblia.

Recuerdo ese día, sentado en un jardín, escuchar claramente el mensaje del evangelio, escuche que mi pecado me había separado de Dios, y que sin yo merecerlo Dios mismo había preparado el camino para volverme hacia Él, a través del sacrificio de Cristo Jesús en la cruz.

El mensaje fue tan claro que yo caí rendido a los pies de Jesús. Me arrepentí de mi pecado y le pedí a Jesús que me salvara.

Ese mismo día asistí a un culto de oración  realizado en la iglesia. Recuerdo estar allí rodeado de muchos cristianos que me mostraban su amor. Ellos decían que el mismo Dios que sanó a muchos en tiempos pasados, aún hacía milagros hoy en día. Ese día toda la congregación hizo una oración pidiendo a Dios por la sanidad de mi enfermedad. Recuerdo que ese día me sentí libre y feliz, con fuerza para caminar y con un profundo gozo que no podía describir.

A la mañana siguiente me levanté y mi esposa me ofreció comida y sorpresivamente yo había recobrado las ganas de comer. Me sirvió un plato de comida y en pocos minutos había terminado. Le pregunté si podía darme un poco más y así lo hizo. A partir de ese día recobre completamente la salud, y puedo decir que esto fue la obra completa de Dios en mi vida.

Para mi el seguir a Cristo significa amarle y servirle con mi vida en respuesta al amor que él tuvo primero por mi. Él cargó con todos nuestros problemas, con todos nuestros pecados sin que nosotros lo merecieramos.

Antes de conocer el evangelio yo pensaba que por ser una persona moralmente buena, yo estaría en el cielo. Al conocer el evangelio me di cuenta que la salvación no puede ser obtenida por medio de buenas obras, sino solamente a través de Cristo Jesús, quien se presentó como el sacrificio perfecto por mis pecados.

Llegue a la Congregación Hispana de Brook Hills invitado por una familia de nacionalidad guatemalteca. Tengo aproximadamente cuatro años de estar asistiendo y siendo parte de esta hermosa congregación.

Estando en un país extranjero, lejos de mis familiares y amigos, la Congregación Hispana de Brook Hills ha sido para mi una familia. Ellos me han ayudado a crecer en mi vida espiritual, me han ayudado a conocer más a Dios y han sido mi soporte en los momentos difíciles. Doy muchas gracias a Dios por mi familia en Cristo.

Mis planes para el futuro son regresar a mi país. En el mes de Noviembre de este año estaré viajando hacia México para vivir allí permanentemente. Mi misión específica es compartir el evangelio con mi familia y amigos. Regresaré a mi país con el compromiso de anunciar a todo cualquiera que lo escuche, que Dios amó tanto al mundo que envió a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Salí de mi país buscando mejorar mi condición económica, ahora regreso a el por algo más importante, ayudar a las personas a mejorar su condición espiritual.


 

Fidencio Moctezuma tiene sesenta y un años y es originario de México. Él llegó a la ciudad de Birmingham hace algunos años proveniente de su ciudad natal en el estado de Hidalgo, México.

 

 


In English

The first time I heard the gospel was in Mexico. I was visiting several apartment complexes looking for a new apartment for my family. While I was looking, I visited one complex where some people were having a small group. The owner of the apartment complex said that she had an apartment available for me, and that if I decided I wanted to live there, I could attend the small group meetings as well.

I did not like that invitation because I had a Catholic background and didn’t want to do anything that might betray my religion. A month later, I returned, and they invited me to the small group again. Finally, I decided to rent that apartment, but I didn’t have plans to go to those meetings.

During our time living in the new place, I got sick with a strange illness. I saw many doctors, and after numerous tests, the doctors could not find anything physically wrong with my body. But I felt so weak and developed a deep sadness. Life began to lose meaning for me.

I came to a point of being unable to eat. A few days later, my body began to feel very weak, eventually developing into dizziness, and I had difficulty even walking.

One day, as I was heading home to our apartment, the owner asked me if I had a minute to talk to her. She began telling me that she wanted to share a very important message found in the Bible with me.

I remember that day clearly. I was sitting in a garden, listening intently to the message of the gospel, and I realized that my sin had separated me from God. And though I didn’t deserve it, God had prepared the way for me to return to Him through the sacrifice of Jesus Christ on the cross.

The message was so clear to me then that I fell down at the feet of Jesus, repented of my sin, and asked Jesus to save me.

That same day, I attended a prayer service in a nearby church. I remember I was surrounded by many Christians who showed me Christ’s love. They said that the same God who healed so many in the past continued to perform miracles today. That day, the whole congregation prayed for me, asking God to heal me of my illness. I remember that day feeling an indescribable freedom and happiness, with strength to walk and a deep joy that I could not define.

The next morning, I got up and my wife offered me food. I suddenly recovered my appetite, and she served me a plate. Within just a few minutes I had finished. So I wondered if I could have a second plate of food, and she obliged.

From that day on, I recovered my health completely. I can say that this was, without question, the complete work of God in my life.

For me to follow Christ means to love Him and serve Him with my life, in response to the love He first gave me. He took all our burdens and sins on Himself, when we did nothing to deserve His grace.

Before I knew the gospel, I thought that because I was a “good person” I would go to heaven. But when I heard the gospel, I realized that salvation cannot be obtained through good works, but only through Jesus Christ, who presented Himself as the perfect, living sacrifice for my sins.

About four years ago, a Guatemalan family I met invited me to a service with the Hispanic Congregation at Brook Hills. I began attending and have been a part of this beautiful congregation ever since.

While I have lived in a foreign country, far from my relatives and friends, the Hispanic Congregation at Brook Hills has been a family to me. They have helped me to grow in my spiritual life. They’ve helped me to know God more, and they’ve been my support in difficult times. I give thanks to God for my family in Christ.

My plans for the future are to return to my country. In November of this year, I will travel back to Mexico to live there permanently. My specific mission is to share the gospel with my family and friends. I’m committed to announce to all who will listen that God so loved the world that He gave His only Son, so that whoever believes in Him may not perish but have eternal life.

I left my country looking to improve my economic condition. Now I’m returning for something so much more important – to help people see their need to change their spiritual condition, through a relationship with Jesus Christ the Lord.

 


Fidencio Moctezuma is 61 years old. He moved from Hidalgo, Mexico to Birmingham about 21 years ago, and has been attending the Hispanic Congregation at Brook Hills for about four years.

This story was originally written in Spanish and translated into English.

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